En 1985 a raíz de la exposición realizada en la Sala María Blanchard de Santander, bajo el título “mi bahía”, tomo el nombre de «MARNAY».
Seudónimo que descubrí para mi propia satisfacción al pisar entre sus idas y venidas la desnuda bahía santanderina.
Nombre de un pequeño islote que desde un rincón nos contempla tímidamente, quizás sin darnos cuenta de que está ahí.
Ubicada al sur de la bahía de Santander, junto al urro a los pies de la punta de Elechas o del Acebo, levanta la mirada y desde allá, al fondo, desde un rincón, silenciosamente, contempla la bahía.
Tan silenciosamente, que no sabemos ni de donde procede su nombre, y sobre el que ya en 1871 decía Amós de Escalanteen su obra “Costas y montañas. Diario de un caminante.”:¿Por qué no nos dicen,- refiriéndose a los etimologistas,- de dónde trae su nombre cierto, aquella roca cónica aislada en medio del agua, que unos dicen de «MARNAY», otros de la Garza y otros de las Ánimas?.
El nombre de “MARNAY” o “isla de los ratones”, pude comprobar más tarde que acompaña a un pequeño e insignificante punto en la cartografía marina.
Aquella primera vez, no pude imaginar que ese nombre formara parte tanto de mi vida. En mi obra, siempre desde esa fecha está presente.
Según datos aportados por el investigador y amigo Benjamín García Pastor, y que en su día la historiadora Carmen González Echegaray , ya me había apuntado como posible origen del nombre actual; allá por el año 1730 se llamaba Peña de Maríararnaiz, nombre de su propietaria, y vecina ésta de La Cavada, lugar de relevante importancia en aquellos años, donde entre 1622 y 1835 se fundía los cañones destinados a la defensa del imperio de la corona española, tanto para sus naves como ejército de tierra.
Como tal –Peña de Maríararnaiz – figura en la cartografía del Mapa de la Bahía de Santander y sus defensas de 1730.
De donde se puede deducir que por simplificación o unión de ambos nombres, derivó en MARNAY